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Cómo enseñarles a nuestros hijos a ser resilientes ✍️

En la vida, todos enfrentamos tropiezos. Desde una receta que no sale como esperábamos hasta la pérdida de un ser querido, la existencia nos pone a prueba constantemente. Por esto, enseñarles a nuestros hijos a resistir estos embates sin desmoronarse es uno de los regalos más valiosos que podemos darles. A esta capacidad de levantarse después de una caída, de mirar hacia adelante con esperanza y determinación, se le llama resiliencia.
La resiliencia no es innata, se aprende. Igual que un niño no logra caminar sin caerse algunas veces, tampoco puede aprender a vivir sin equivocarse o sufrir alguna decepción. Pero ¿cómo ayudarlos a desarrollar esta fortaleza interna?

CUANDO SE EQUIVOCAN

Es natural que un niño se frustre si saca una mala nota o si su esfuerzo no da el resultado esperado. En esos momentos, más que protegerlos del dolor, debemos enseñarles a ver el error como una oportunidad. Podemos preguntarles:
“¿Qué podrías hacer diferente la próxima vez?” Así los animamos a reflexionar y encontrar soluciones por sí mismos, en lugar de caer en el rol de víctimas.
También es clave no hacer por ellos lo que pueden intentar resolver. La resiliencia florece en la experiencia. Nuestra ayuda debe ser una guía, no un atajo.

CUANDO OCURRE UNA DESGRACIA

La vida es impredecible. Un día todo marcha bien y al siguiente podemos enfrentar una pérdida, un cambio drástico, una decepción. Aunque quisiéramos evitarles el sufrimiento, no podemos aislarlos de la realidad. Sí podemos, en cambio, prepararlos para afrontarla con entereza.
Ya sea la pérdida de una amistad, la enfermedad de un ser querido o el fallecimiento de un familiar, cada experiencia difícil puede ser una semilla que, con cuidado y consuelo, germine en compasión, fortaleza y sabiduría.

CUANDO RECIBEN UNA CORRECCIÓN

Aceptar críticas constructivas es una habilidad esencial en la vida adulta. Pero para muchos niños, ser corregidos se siente como un ataque. Nuestra tarea como padres es ayudarlos a ver que la corrección no es un castigo, sino una oportunidad de crecer.
En vez de defenderlos automáticamente o decir que la corrección fue injusta, podemos preguntarles: “¿Por qué creés que te corrigieron?” “¿Qué podrías mejorar?” Estas preguntas los invitan a reflexionar y asumir la responsabilidad de sus acciones.

EL EJEMPLO DE LOS PADRES, LA ENSEÑANZA SILENCIOSA

Los hijos aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan. Si nosotros no admitimos nuestros errores, si culpamos a otros por nuestros fracasos o si nos burlamos de los que se equivocan, estamos sembrando desánimo, no resiliencia.
En cambio, cuando compartimos nuestras propias caídas y las lecciones que nos dejaron, les mostramos que equivocarse no es el fin del mundo. Es, de hecho, parte esencial del viaje.
Como dijo un padre: “Nosotros no evitábamos que nuestros hijos enfrentaran desafíos. Afrontar errores y fracasos me hizo mejor persona. Y creo que nuestros hijos hoy son adultos equilibrados porque no fueron niños sobreprotegidos”.

RESILIENCIA, UN ESCUDO Y UNA BRÚJULA

Un hijo resiliente no es un niño insensible ni alguien que nunca llora. Es alguien que, aunque se caiga siete veces, se levanta ocho. Es alguien que aprende de sus errores, acepta que no puede controlarlo todo y está dispuesto a crecer.
Enseñarles a nuestros hijos a ser resilientes es prepararlos para la vida real. Una vida que, aunque esté llena de retos, también está llena de oportunidades para aprender, amar y seguir adelante con valor.

Julio César Cháves

#Reflexiones

Cómo enseñarles a nuestros hijos a ser resilientes ✍️

En la vida, todos enfrentamos tropiezos. Desde una receta que no sale como esperábamos hasta la pérdida de un ser querido, la existencia nos pone a prueba constantemente. Por esto, enseñarles a nuestros hijos a resistir estos embates sin desmoronarse es uno de los regalos más valiosos que podemos darles. A esta capacidad de levantarse después de una caída, de mirar hacia adelante con esperanza y determinación, se le llama resiliencia.
La resiliencia no es innata, se aprende. Igual que un niño no logra caminar sin caerse algunas veces, tampoco puede aprender a vivir sin equivocarse o sufrir alguna decepción. Pero ¿cómo ayudarlos a desarrollar esta fortaleza interna?

CUANDO SE EQUIVOCAN

Es natural que un niño se frustre si saca una mala nota o si su esfuerzo no da el resultado esperado. En esos momentos, más que protegerlos del dolor, debemos enseñarles a ver el error como una oportunidad. Podemos preguntarles:
“¿Qué podrías hacer diferente la próxima vez?” Así los animamos a reflexionar y encontrar soluciones por sí mismos, en lugar de caer en el rol de víctimas.
También es clave no hacer por ellos lo que pueden intentar resolver. La resiliencia florece en la experiencia. Nuestra ayuda debe ser una guía, no un atajo.

CUANDO OCURRE UNA DESGRACIA

La vida es impredecible. Un día todo marcha bien y al siguiente podemos enfrentar una pérdida, un cambio drástico, una decepción. Aunque quisiéramos evitarles el sufrimiento, no podemos aislarlos de la realidad. Sí podemos, en cambio, prepararlos para afrontarla con entereza.
Ya sea la pérdida de una amistad, la enfermedad de un ser querido o el fallecimiento de un familiar, cada experiencia difícil puede ser una semilla que, con cuidado y consuelo, germine en compasión, fortaleza y sabiduría.

CUANDO RECIBEN UNA CORRECCIÓN

Aceptar críticas constructivas es una habilidad esencial en la vida adulta. Pero para muchos niños, ser corregidos se siente como un ataque. Nuestra tarea como padres es ayudarlos a ver que la corrección no es un castigo, sino una oportunidad de crecer.
En vez de defenderlos automáticamente o decir que la corrección fue injusta, podemos preguntarles: “¿Por qué creés que te corrigieron?” “¿Qué podrías mejorar?” Estas preguntas los invitan a reflexionar y asumir la responsabilidad de sus acciones.

EL EJEMPLO DE LOS PADRES, LA ENSEÑANZA SILENCIOSA

Los hijos aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan. Si nosotros no admitimos nuestros errores, si culpamos a otros por nuestros fracasos o si nos burlamos de los que se equivocan, estamos sembrando desánimo, no resiliencia.
En cambio, cuando compartimos nuestras propias caídas y las lecciones que nos dejaron, les mostramos que equivocarse no es el fin del mundo. Es, de hecho, parte esencial del viaje.
Como dijo un padre: “Nosotros no evitábamos que nuestros hijos enfrentaran desafíos. Afrontar errores y fracasos me hizo mejor persona. Y creo que nuestros hijos hoy son adultos equilibrados porque no fueron niños sobreprotegidos”.

RESILIENCIA, UN ESCUDO Y UNA BRÚJULA

Un hijo resiliente no es un niño insensible ni alguien que nunca llora. Es alguien que, aunque se caiga siete veces, se levanta ocho. Es alguien que aprende de sus errores, acepta que no puede controlarlo todo y está dispuesto a crecer.
Enseñarles a nuestros hijos a ser resilientes es prepararlos para la vida real. Una vida que, aunque esté llena de retos, también está llena de oportunidades para aprender, amar y seguir adelante con valor.

Julio César Cháves

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